Una lluvia que realmente moje

 Unos sucesos que como en una crónica, quizás, de lo que acontece en el cotidiano en cuarentena. Van enseñándome como sutras o algo así. Interacciones con personas,  escasas  pero fructíferas.

Hoy me acorde, que el otro día en la verduleria el hombre anterior a mí, hizo una acotación que retuve, pero no comprendí del todo en ese momento, hasta hace unas horas, dijo: en relación al maple de huevos que pidió a lo último de su compra,  “ok, todos los huevos, pero esos dos feos no”, y se rió. La verdulera, como yo, miramos el maple completo y los únicos dos huevos que no, eran dos distintos, o sea feos, eran dos de otro color que todos los otros. El tipo siguió rindiendo, como buen viejo sabio, y le pago y se llevó todos los huevos.

Sin dudas la gente es intensa pero en una de esas voy aprendiendo de elles.

Por ejemplo con el muchacho de la panadería   ”las diosas son de harina” (nombre ficticio inventado recién por mi), con el que intento generar un vínculo de camaradería. Hoy domingo, en  que la tarde se presta para unos alfajores de dulce de leche, fui. Delante mio una señora  cuarentona, se movía bailando, moviendo las manos explicándole algo al muchacho. Llevaba botas de cuero, campera inflable corta azul y una chalina de seda por los hombros de estampas a flores rojas. Pelo lacio teñido rubio, con raíces negras que se dejaban ver. Sin duda canchera y con ritmo. Hablaba algo de un primer amor, que no llegue a escuchar del todo. Se fue sin nada. Cuando dio media vuelta, vi que no se llevaba nada. Eso me pareció extraño, le pregunte a mi amigo, más luego cuando había abandonado totalmente el local, “que le pasaba a la fulana?”. Es un secreto me responde. Por adentro sentí, siempre la rosca de la oscuridad del gran agujero negro de los secretos ever. Algo del amor, continuo diciéndome, le hice la pata, me pregunto de un postre para la regalar y le recomendé un brownie. Mire al brownie, que estaba detrás del vidrio de la heladera, y levante mis hombros, como no comprendiendo, pero sabiendo que el brownie es una muy buena mercadería de ese local. Hiciste una buena recomendación, le dije, y concluí como queriendo rematar algo que no iba, una buena acción, ya con los hombros bajos y derrotada por la intensidad. El rió, como siempre. Reímos, y me fui.

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